(Día 37)
El poli bueno era un cabrón. Un corrupto un hijo puta. Creo que no había nada en lo que no estuviera metido. Y si, se llamaba R. No cabía la duda de que en este caso no había casualidad por ningún lado. Algo que de lo que quizás me arrepentía en este momento era de haber “ayudado a saltar” a Q, el otro poli. Ya que su mala ostia y sus ganas de desentrañar todo lo que se pusiese por delante, se debía a la frustración de no poder hacer nada contra su compañero.
Pues había comprado todas las papeletas para llevarse una bomba. Me tocaba jugar. MIra por donde, entre las mil cosas que B me había pasado estaba su dirección.
Un papelito:
“Quedan 3 días”
Este tio va a tener menos tiempo que yo para comerse la cabeza.
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